martes, 9 de diciembre de 2014

¿Por qué soy o no soy socialmente hábil?

Seguramente, si no tienes demasiada relación con el mundo de la psicología, la palabra asertividad te suene a chino, pero quizá si la cambio por habilidades de intereacción o habilidades sociales la cosa cambie. La asertividad podría definirse como la capacidad que tiene una persona de expresar y respetar sus propias opiniones, creencias, valores y derechos sin dañar los de la persona con la que interactúa. Dicho de otra manera, la persona asertiva comunica y defiende de manera directa lo que piensa sin agredir ni faltar al respeto a la otra persona, si no llegando a un acuerdo donde ambos interlocutores salgan beneficiados.
Aunque así definido parezca algo muy simple, y lo es, para muchas personas, llevarlo a cabo, es más complicado de lo que creemos. Ser asertivo es un arte y existe un por qué de que algunas personas lo sean y otras no.


Como sabemos, las personas no nacen con una personalidad ya configurada. Es cierto que la genética juega un papel importante, pero el aprendizaje posterior a lo largo de la vida juego un papel más importante aún. Esta noticia es muy positiva, porque significa que puedo aprender habilidades nuevas, más adaptativas o desaprender otras que no me benefician. Por lo tanto, la asertividad es algo que puede entrenarse. Pero, ¿por qué algunas personas salen siempre airosas de todas las situaciones y yo no? ¿Por qué Miguel, que prestó su libro a Carlos y que este no se lo devuelve desde hace meses, es incapaz de reclamárselo? ¿Por qué María no es capaz de decirle a su jefe que se acabó echar horas extras? ¿Por qué Javier percibe que a la gente le cuesta acercarse a él o le rehúyen?

Para entender esto, primero es necesario descubrir y explicar los tres estilos de comunicación típicos: el agresivo, el pasivo y el asertivo.
El estilo agresivo: Quiere imponer sus derechos a toda costa sin tener en cuenta los derechos del otro. Piensan que las cosas tienen que salir como ellos desean siempre y el resto no importa. Suelen mantener un contacto ocular directo pero retador, agresivo. El tono de voz normalmente es muy alto y amenazante. En el fondo, la autoestima de estas personas es baja y esa prepotencia no es más que una coraza.
El estilo pasivo: Estas personas anteponen los derechos de los demás a los suyos propios. Dicho con otras palabras, se faltan el respeto a sí mismos. La voz suele ser entrecortada y bajita. El contacto ocular escaso y temeroso. Piensan que pueden molestar u ofender a los demás. No atribuyen importancia a sus propias convicciones o pensamientos, sin embargo a las de los demás sí. La autoestima de estas personas también es baja además de acompañarse de una gran necesidad de aceptación.
El estilo asertivo: A diferencia de los anteriores, la persona asertiva ni falta el respeto a los demás ni se lo falta a sí mismo. Consigue sus objetivos y expresa sus sentimientos y pensamientos de manera directa, sin rodeos y sin faltar el respeto a los otros. El tono de voz es alto y claro, pero sin ser agresivo. El contacto ocular es firme pero sin ser amenazador. Su postura es relajada. Muestra seguridad en sí mismo y en lo que está diciendo. Piensa que sus derechos son importantes pero que también son importantes y valiosos los derechos de su interlocutor, por lo que intenta que todos lleguen a acuerdo. Su autoestima es óptima, no se cree superior pero tampoco inferior.
Como puedes comprobar las diferencias son claras. El por qué de estas diferencias es debido a:
-          El aprendizaje: Hemos comentado antes que la conducta asertiva se aprende y se va interiorizando en la personalidad como un hábito o patrón de conducta. Las personas aprendemos conductas por aprendizaje vicario e imitación y las mantenemos por refuerzos o castigos. Si una conducta asertiva no es apropiadamente reforzada (premiada, aceptada…) no se mantendrá en el tiempo pues la persona no las percibirá como algo positivo. Por otro lado, si las conductas además son castigadas, se asociarán con consecuencias negativas y se extinguirán.

-          La educación. Hace un tiempo, era muy normal que los padres, maestros y educadores nos ayudaran a ser no asertivo. Había que estar callado cuando hablaba una persona de más edad y darle siempre la razón porque significaba una autoridad, o bien había que supeditarse a las órdenes de nuestros superiores en todos los sentidos, sin que mediara un diálogo solo por el simple hecho de que fueran nuestros padres o maestros. Esto provocó que muchas personas no fueran conscientes de cuáles eran sus derechos (Derecho a opinar, derecho a ser a pedir información, derecho a cometer errores, a cambiar…)


-          Las creencias. Las creencias son valoraciones subjetivas, opiniones, ideas o convicciones que poseemos sobre el mundo, los demás o nosotros mismos. Son como esquemas mentales que guían nuestra conducta. Las creencias se forman por la educación y por las experiencias de la vida.
Por ejemplo, una persona con la creencia de que debe ser aprobado por cualquier persona y que teme al rechazo nunca será asertiva a no ser que empiece a aprender a serlo, ya que necesita el afecto de los demás sobre cualquier cosa, incluso sobre sí misma. Seguramente esta persona haya sido rechazada por personas de su alrededor en su infancia o haya aprendido que el amor de los demás y la aceptación es una necesidad en lugar de una preferencia. Por el contrario, las personas con estilo de comunicación agresivo mantendrán ideas del tipo “quiero esto y lo quiero ya y de este modo”. La educación de estas personas en su infancia, se habría basado en la permisividad y el consentimiento de todo cuanto el niño quería, con lo cual, están acostumbrados a que no se les de un no por respuesta y a que consiguen todo lo que quieren. El adulto agresivo se comportará como el niño malcriado del ayer, pero en el mundo de los adultos.